La verdad es que casi todo en mi vida suele ser excesivo: Sueño en abundancia, con imágenes disímiles, colores y sabores que se cruzan entre sí. Río a mansalva durante los fines de semana. Tomo la mano de mi fantasmita de trenzas rosadas con una aprehensión desmedida. Bailo con ella olvidándome de la sobriedad que caracteriza a los demás. Vivo excesivamente y tratando de tomar hasta la última gota de la hora en la que esté.
Hasta en el trabajo las horas resultan excesivas, a pesar de mis deseos.
En realidad, lo único no excesivo es el mísero cheque que recibo a fin de mes. Tal vez para tratar de compensar los distintos capítulos en los que suelo verme involucrado.